La pandemia del coronavirus ha golpeado de lleno nuestro mundo cambiando las coordenadas de la realidad tal como la conocíamos. Es necesario conocer y encontrarnos con esa nueva realidad, porque es la primera condición para transformarla, pero hemos de hacerlo, desde el lugar de los últimos, los excluidos, ponernos en la piel de los más vulnerables del planeta. Y desde esta óptica, esta nueva realidad nos lleva a observar un mundo marcado por una profundización de la desigualdad que está empeorando las condiciones de vida de las poblaciones y de manera muy especial el derecho a la alimentación.
Por este motivo, vamos a seguir incidiendo en la relación que existe entre desigualdad y hambre, dos caras de una misma moneda, y hacer un llamamiento para concienciar a la sociedad de que la desigualdad está alimentando el mayor drama del mundo: el hambre.
La desigualdad sea cual sea la forma que adopte
constituye un atentado contra la dignidad humana
La pandemia ha agravado la desigualdad y el número de personas con hambre aguda se duplicará. Pero por desgracia estas cifras esconden rostros de seres humanos que no tenemos tiempo ni de mirar, ni de tener presentes. Vivimos en un mundo marcado por el egoísmo, el individualismo, donde la desigualdad, el hambre y la injusticia se ceban cada vez más con los más olvidados, pero mientras no nos afecte a nosotros preferimos mirar para otro lado, “lejos de la vista, lejos del corazón”.